martes, 22 de marzo de 2011

Si quieres más... ¡¡GRITA!!

El portátil encima de la mesa. Servirá para repasar algunos temas y aprender algo nuevo. Entre confidencias y risas transcurre la tarde en buena compañía. Se hace tarde y pedimos pizza para cenar. Dos horas después nos despedimos en el portal de mi casa. Pero haces una última confidencia. No hay tiempo. Tu autobús está a punto de llegar y yo tengo que ir a buscar mi coche. Tomamos la misma calle pero direcciones distintas. El suelo mojado y la ciudad desierta me permiten escuchar el ruido de los pasos solitarios y acelerados de mis botas. Me vuelvo para mirarte intentando y deseando poder hacerte cambiar de opinión. Quiero ayudarte y no sé cómo hacerlo. Siento que algo me persigue y me hace estremecer, viene desde el interior: un vendaval de palabras, de ideas inconexas que se rompen ante la impotencia de no poder hacer nada.
Andas envuelta en una tristeza que conozco aunque las huellas y las heridas no son las mismas. También conozco las ganas de llorar ante la visión de una vida insoportable.
Sé que mi obligación es respetar tus decisiones aunque me gustaría pedirte que siguieses adelante. Una vez más. Un intento más. Un esfuerzo más. Quisiera pedirte que abras todas las puertas posibles y que no te rindas. Deseo, querida amiga, que no olvides nunca que, como diría el bueno de Benedetti, “usted sabe que puede contar conmigo”.