domingo, 18 de agosto de 2013

A Hadmed...

No tengo ni idea de cómo puñetas se escribe pero sonaba algo parecido a esto: Hadmed. 

Desconozco su edad. Apenas sé que, aunque nació en Egipto, vive en Zaragoza, que su mirada es profunda e infinita y que, cuando no está en el hospital, duerme en un cajero.

Hadmed está enfermo, no hace falta haber estudiado mucho para darse pronto cuenta de esto. Solo puede comer alimentos triturados, su piel está llena de úlceras y necesita unas dosis de hierro que la sanidad española solo subvenciona en una parte más que insuficiente para él. Tampoco es difícil imaginar que, esto, solo es la punta de un gran iceberg.

A diferencia de otros, Hadmed no quiere vender su drama, solo necesita contarlo en busca de la catarsis implícita del compartir.

Hadmed está asustado y hace mucho tiempo que nadie se detiene a escucharle. Por supuesto, de un abrazo ni hablamos.

Desde ayer, solo puedo pensar que “la diferencia entre él y yo… es que yo aún sigo con vida…” y cuando necesito ayuda, me la dan.